martes, 14 de agosto de 2012

BA-LON-CES-TO

Me he dado un día para ver si podía aportar alguna reflexión nueva a todo lo que estaba escuchando tras ver el partido de baloncesto más interesante desde hace cuatro años, incluso he leído mi post de ese día y tengo que reconocer que me cuesta mucho no repertirlo palabra por palabra. Recomiendo su lectura. La historia se ha vuelto a repetir.
Sólo dos apuntes puramente baloncestísticos:
1- El hecho de que se diera un resultado tan alto no significa que las defensas estuvieran relajadas o que se tratara de un concurso de bombarderos como pasa en los All Star Games. Los dos equipos tiraron más o menos lo mismo que se tira en cualquier partido. La diferencia está en los porcentajes de tiro, mucho tiempo por encima del 50%.
2- Esos altos porcentajes de tiro sólo se veían reducidos cuando España defendía en hombre o cuando hizo la caja e individual a Durant. Nunca sabremos qué habría pasado si esa zona no hubiera sido utilizada tanto tiempo.
No conozco otro deporte tan bien como el baloncesto, pero es complicado pensar uno en el que el entrenador tenga tanta incidencia sobre el juego. Realmente se trata de un deporte al que juegan cinco contra cinco pero en el que es el entrenador quien está jugando la partida. Tiene doce piezas, cada una con sus habilidades y sus defectos y se enfrenta a otro entrenador que cuenta con los suyos. De su capacidad para saber utilizar tus piezas y anular las contarias suele salir la victoria. Todo es muy matemático, muy científico, y eso lo hace aún más divertido. A eso hay que sumarle los mates de Lebrón o las canastas de Pau y Navarro...
Cuando España ganó el mundial de 2006, el entrenador Pepu Hernández dijo que a partir de entonces íbamos a escuchar mucho más una palabra: ¡ba-lon-ces-to! dijo separando bien las sílabas para que todos pudieran entenderlo bien. Tanto caló la manera de hablar de Pepu que el diario Marca titula así su sección diaria dedicada a la sección del deporte de la canasta. Hoy, sólo podemos repetir la manera de hablar del sentido entrenador de alma estudiantil. BA-LON-CES-TO

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