martes, 19 de junio de 2012

25 años del atentado de Hipercor

Yo ya me había ido a vivir a Sevilla hacía cuatro años, pero aún conservábamos a muchos amigos en el barrio, así que cuando nos enteramos de que ETA había puesto una bomba en "nuestro HIPERCOR" mis padres corrieron a llamar a los más cercanos, con los que manteníamos un contacto habitual. El 19 de junio de 1987 no había móviles ni se les esperaba, así que había que llamar a los fijos y si no había nadie seguir insistiendo. Unos lo cogieron a la primera y, exhaltados, nos contaban de primera mano lo que veían apenas a 150 metros de la que había sido mi casa desde que nací, junto a la calle Dublín, pegado a la "Fabra i Coats". Sus expresiones eran de espanto, de terror y de miedo. Desde el primer momento se sabía que había muchos muertos y allí compraba medio barrio. Había que hacer recuento de conocidos.
Las horas pegadas a un teléfono pasan lentamente. Mi madre puso la SER (para variar) para irse informando a dos bandas.

La radio le daba datos oficiales, el teléfono nos informaba de lo que decían nuestros amigos, los vecinos del barrio, las víctimas de aquel espantoso suceso. María, una señora con dos hijos que habían jugado conmigo hasta el mismo día que me mudé a Sevilla, nos contaba que los muebles de la casa se habían levantado un palmo del suelo por la onda expansiva, los crsitales de la cocina se había roto y los niños estaban realmente asustados en aquella tarde de junio de mediados de los 80.
La gente de mi barrio bajaba a la calle, como en la verbena de San Juan que ya se estaban preparando, como cada año. Pero en esta ocasión no era para pasarlo bien con los vecinos de toda la vida. se trataba de ver que todos estaban bien. Como cada vez había menos gente en casa era muy complicado hablar con nadie así que mi madre llegó a llamar al bar Penín, que esta ba justo al lado de la puerta de mi antigua casa y su dueño, un gallego (cómo no) bonachón nos daba el parte. Allí había gente tomando un café y comentando lo que se podía ver desde el final de la calle porque todo estaba cortado por la policía.

 
Poco a poco fuimos haciendo un recuento de nuestras personas cercanas hasta que dimos por concluída la búsqueda al constatar que todos estaban bien y que no faltaba nadie entre nuestros seres queridos. Pero eso no fue suficiente. Algo se había roto para siempre.
La zona donde estaba (y está) el Hipercor atacado era (y es) una zona obrera de Barcelona, donde vivía (y vive) gente trabajadora. Una zona llena de catalanes de toda la vida y de gentes llegadas de todas partes de toda España en los años 60 y 70 que había prosperado y visto crecer a sus hijos entre aquellas calles que ya eran las suyas, viviendo de una manera híbrida entre lo que todos creemos que es una gran ciudad y los pueblos que habían dejado atrás.
En aquel entorno había gente que había simpatizado con ETA en los años 60 y principios de los 70, cuando la banda era identificada más como una gente que se levantaba contra el régimen de Franco que como un grupo terrorista independentista. El empecinamiento de los terroristas en seguir matando había cambiado la percepción de todos y aquel atentado sirvió para disipar cualquier tipo de dudas. Atacar un supermercado en un barrio normal matando indiscriminadamente a personas de la calle no podía llamarse "objetivo militar" ni mucho menos. ETA llevaba ya años fuera de la realidad, pero Hipercor sirvió para quitarles las caretas para siempre.

1 comentario:

Anchama dijo...

Increible como redactas una situación con tanto dolor, típica de las personas que hemos vivido eso.
Te cambia todo, la vida se te rompe, y aunque no haya ningún ser querido muerto, ya nada es igual.
Eta, son asesinos, sólo eso.