viernes, 1 de febrero de 2008

Sueños reflejados



Siempre salía el último al recreo. Esperaba a que los más rápidos salieran de la clase, gritando y armando jaleo. Celebrando la buena nueva. Luego salían las niñas, que se quedaban un poco retrasadas porque les gustaba decidir el juego antes de ir al patio, y al final salía él. Recogía minuciosamente sus libros y cuadernos, los metía en su maletita que dejaba junto a las patas derechas de su pupitre y esperaba pacientemente a que todos hubieran abandonado el aula para poder salir.
Esa mañana hacía frío, así que la profesora, la señorita Pilar, se encargó de que nadie saliera al patio sin su abrigo con su característico mal genio. Hacía algunos meses que la profesora había recomendado a los padres de Ulises que llevaran al niño a un colegio especial, para alumnos con problemas. Según la docente el niño no aprendía nada, parecía ausente, aburrido. Además era demasiado tímido y no decía si entendía lo que se explicaba en clase. Los padres, asustados, llevaron al pobre Ulises al médico para ver si era realmente algo retrasado. "Nada de eso. Díganle a la profesora que pruebe a poner al niño en primera fila. ¿O es que no se ha dado cuenta de que tiene 8 dioptrías y probablemente no vea lo que pone en la pizarra?" Dijo el médico. Mano de santo. A la siguiente evaluación Ulises sacó un sobresaliente en matemáticas ante el estupor de la señorita Pilar. Eran los setenta.
Cuando Ulises salió al patio ya todos jugaban. Es verdad que hacía frío pero aún así lucía un sol maravilloso, un sol de media mañana que invita a mirar con optimismo las cosas de la vida. Por eso Ulises se sonrió mientras miraba los cristales de una ventana en el que se vio reflejado a sí mismo y tuvo una revelación que cambiaría el resto de su vida. Pensó "ese soy yo, y tengo seis años. Estoy aquí en el patio de mi colegio pero en este mismo instante debe haber una niña que juega en otro patio de otro colegio que será la mujer de mi vida. ¿Dónde estará? ¿A qué estará jugando? ¿Cómo sabré reconocerla?" A partir de entonces, cada cierto tiempo se acordaba de esa imagen, una magen y una reflexión que ya no olvidaría nunca. Y cada vez que conocía una chica la miraba y se preguntaba qué estaría haciendo aquella mañana del invierno de 1978.
Hoy Ulises está en su despacho. Está en un piso alto de un edificio nuevo, recién estrenado por su compañía. Ulises lleva una vida ajetreada, pero es un hombre de negocios, triunfador. Si la señotira Pilar le viera ahora, en traje y camisa; con una corbata italiana y dirigiendo un conglomerado de empresas se avergonzaría de haber dudado de la capacidad de aquel niño tímido y gafotas. Pero hoy Ulises no siente rencor hacia su profesora, hoy Ulises se ha acercdo a la ventana y antes de llegar ha visto su imagen en el reflejo del cristal, bañado por el sol de una mañana de enero de 2008. Y al ver su imagen se ha vuelto a acordar de aquel momento en el patio en el que se preguntó donde estaría la mujer de su vida. Ulises se mira y cierra los ojos y al abrirlos ya no ve su imagen, ve el rostro de una mujer que tuvo muy cerca hace algún tiempo y que le hizo feliz. La única que le hizo feliz y que dejó escapar por tantos motivos que le desborda. Alguién que encaja en sus pensamientos de hoy y en los de hace treinta años.
Aturdido, se vuelve a sentar en su nuevo sillón y piensa en aquel niño que fue y si realmente es o no un triunfador. Aquel niño no soñaba con ese despacho y esa secretaria tan eficaz, el pequeño gafotas que siempre salía tarde al patio soñaba con otra cosa, menos material, ya que no tiene y que nunca tendrá. Entonces se da cuenta de que lo mejor será no volver a mirarse reflejado en cristales si no quiere ver en ellos el relejo de su derrota, que tiene la cara de una mujer que tuvo ente sus brazos y el color de un cielo azul en un patio de colegio.

No hay comentarios: